Todos conocemos el enorme problema del sistema público de educación en Venezuela así como en buena parte del mundo también y es que las instituciones controladas por el estado están entre las peores evaluadas por la población a nivel nacional, (incluso los mismos políticos que ordenan su construcción tienen a sus hijos estudiando en escuelas privadas…) esto se debe tanto por el déficit de maestros que presentan estas instituciones, la calidad pedagógica de los que hay y lo peligroso que resulta la politización por parte del gobierno en las áreas de enseñanza, pero ¿Cómo es que estos nefastos centros de educación pueden seguir operando bajo estas circunstancias? La respuesta a esta interrogante radica, en buena parte, en el sistema de financiación y gestión de los recursos de los que estos centros disponen, pues aunque una escuela pública sea muy deficiente el estado sigue financiándola por lo que esta sigue operando con todas sus fallas, por otra parte en un colegio privado el poder de financiación está en los padres que son quienes disponen de los recursos que se entregarán a dicha institución y en consecuencia si el colegio es muy deficiente los padres retirarán a sus hijos (y por consiguiente los recursos también) y darán mala critica a esta institución lo cual cae fatal para los propietarios de este colegio que verán mermada su fuente de ingresos cuestión por la cual se verán obligados a mejorar la calidad de la educación que ofrecen y a competir con los colegios de la zona para determinar cuál de ellos es el mejor (así ocurre la gran mayoría de veces).

     Analizando se puede observar en el párrafo anterior que hay un problema grave con los incentivos en el caso de las escuelas públicas, que se deriva del sistema de financiación actual y es que por decirlo de una manera simple a los funcionarios públicos no les “duele” el dinero que se invierte en los colegios públicos ya que no se lo ganaron con el sudor de su frente sino que viene de la recaudación de impuestos y como esta misma financiación es vitalicia los directivos de la institución no tienen ese incentivo de “tengo que hacer las cosas bien para sobrevivir” y esa es la razón de la decadencia de la mayoría de los sistemas de educación financiados y gestionados por el estado.

Ahora la interrogante que surge es ¿Cómo revertimos esta situación sin tener que llegar al extremo de privatizar todos los colegios públicos? (Y digo esto porque una privatización total generaría un rechazo muy amplio en la población y acabaría por convertirse en un problema para los “guerreros de justicia social”) y es aquí cuando el intelectual y premio nobel de economía Milton Friedman nos presenta su modelo de financiación y gestión de las escuelas públicas.

     Friedman propone, en resumidas cuentas, como solución a este inconveniente la creación de un sistema de vales o bonos otorgados por el estado para la financiar la educación de los estudiantes en vez de financiar directamente a los directivos de las instituciones públicas. El sistema funciona de la siguiente manera: el estado otorga, a los padres que lo soliciten, un bono que solo puede ser utilizado para financiar la educación de sus hijos, ese bono cubrirá parcial o totalmente, según sea el caso, los gastos y podrá utilizarse tanto en escuelas públicas como privadas, básicamente otorgamos a los padres la capacidad de elegir en que escuela estudiaran sus hijos. La idea es que en el caso de las escuelas públicas no haya vínculo financiero directo con el estado si no que reciban los recursos de los bonos que les entregan los padres.

¿Y que cambia con este sistema? Pues todo. Como se menciona más arriba hay problema de incentivos y ahora los incentivos están en el lugar correcto. Las escuelas públicas bajo este nuevo sistema funcionan, en la práctica, como si fueran privadas y entonces los directivos de estas instituciones ahora se verán obligados a funcionar eficientemente y a competir con otras escuelas si es que quieren “sobrevivir” ya que como bien sabemos todos, la competencia obliga a los proveedores a mejorar la calidad de sus servicios puesto que sus recursos provienen de que los padres elijan inscribir a su hijo en su colegio y no en otro.

El tema de si este sistema de bonos debería ampliarse hasta la educación superior y si debería de aplicarse para toda persona que la solicite independientemente de su condición económica va para otra discusión. Pero como concepto básico no hay duda de que si se aplicase correctamente mejoraría enormemente la calidad de nuestras escuelas.